Hackers en órbita: ¿quién controla la ciberseguridad en el espacio?
La humanidad está expandiendo su presencia digital más allá de la Tierra. Ya no solo protegemos redes y servidores en suelo firme, sino que dependemos de miles de satélites orbitando sobre nuestras cabezas. Más de 11.000 satélites activos (y hasta 14.900 si contamos los inactivos) giran alrededor del planeta, y la cifra podría superar los 100.000 en la próxima década gracias a las constelaciones como Starlink, OneWeb o Kuiper. Y todos ellos transportan datos, servicios y comunicaciones vitales, pero lo hacen en un entorno donde la ciberseguridad aún es casi un territorio sin ley.
De hecho, hace unas semanas publicábamos un artículo sobre las múltiples vulnerabilidades a las que se encuentran expuestos los satélites y sus comunicaciones.
El gran problema, según la especialista Maryam Shoraka, es que el marco legal internacional para el espacio se quedó en el tiempo. El Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 regula aspectos como la basura espacial o la responsabilidad por daños físicos, pero no dice una palabra sobre ciberseguridad (lógico para la época). Y mientras internet evolucionó con tratados y acuerdos contra el cibercrimen, esas normas literalmente se detienen donde termina la atmósfera. La preguntas son varias: si alguien hackea un satélite que todos comparten, ¿quién lo investiga? ¿quién responde? ¿quién paga?
Lo que hace unos años sonaba a ciencia ficción hoy es una amenaza real. Muchos satélites (sobre todo los que se lanzaron antes de 2020) siguen sin cifrado moderno y utilizando protocolos obsoletos. Un atacante con acceso a una estación terrestre podría manipular señales de navegación, interrumpir comunicaciones de emergencia o incluso alterar datos estratégicos. No se trata solo de robar información, puede poner en riesgo infraestructuras enteras.
A diferencia de un servidor en tierra, parchear un satélite no es tan simple como instalar una actualización. En el espacio, las correcciones son lentas, costosas y a veces imposibles. Eso convierte cualquier vulnerabilidad en casi permanente una vez que el dispositivo está orbitando.
Por eso, expertos piden que se trate al espacio como la próxima frontera crítica a proteger, igual que en su momento se hizo con internet o la infraestructura energética. No se puede seguir avanzando en la carrera espacial sin preguntarse quién es responsable de la seguridad digital de aquello que se mantiene suspendido sobre nosotros. Porque todos los sistemas digitales en la Tierra dependen, de alguna forma, de lo que ocurre allá arriba.
¿Un nuevo campo de batalla? Para Francia, sí.
En una intervención en la ciudad de Toulouse, considerada el núcleo aeroespacial de Francia, el presidente Macron lanzó una advertencia: “La guerra de hoy ya se está librando en el espacio, y la guerra del mañana comenzará en el espacio”. Con esta afirmación, el mandatario Francés reemplazó la tradicional visión del espacio como un santuario pacífico por la de un campo de batalla estratégico. Señaló directamente a Rusia, acusando a ese país de llevar a cabo actividades de espionaje espacial, interferencias masivas en señales GPS y ciberataques dirigidos a infraestructuras orbitales francesas.
El presidente también advirtió sobre la amenaza de armas nucleares en el espacio. En su discurso, alertó que un supuesto esquema ruso incluye la posibilidad de desplegar armas espaciales con capacidad nuclear, cuyas consecuencias serían catastróficas. Como respuesta a esto, Francia anunció un aumento de varios miles de millones de euros en su gasto militar espacial.
Si bien las declaraciones, acusaciones y advertencias de mandatarios pueden tener objetivos secundarios (sobretodo en el contexto geopolítico actual), es claro que la ciberseguridad del espacio y los satélites debe ser objeto de debate tanto a nivel militar como civil, ya que las amenazas pueden tener efectos sobre toda la población.



