Identidades sintéticas: un fraude creciente que ataca al sector financiero
El fraude financiero vuelve a dar señales de alarma. Tras una relativa calma en la pandemia, los expertos advierten que las identidades sintéticas están provocando pérdidas millonarias, especialmente en los préstamos para automóviles en Estados Unidos. Según datos de TransUnion, el riesgo para los prestamistas alcanzó 3.300 millones de dólares en 2024, frente a 1.900 millones en 2020.
Pero, ¿qué son exactamente estas identidades sintéticas? Se trata de perfiles creados a partir de una mezcla de información real y falsa —como números de seguridad social robados combinados con nombres inventados—, diseñados para engañar a bancos y prestamistas. A diferencia del robo de identidad tradicional, en estos casos la persona “suplantada” muchas veces ni siquiera existe.
El impacto ya se hace sentir: hasta el 1% de las transacciones financieras en ciertos productos, como tarjetas de crédito o préstamos automotrices, puede estar vinculado a estas prácticas fraudulentas. Los ciberdelincuentes, con acceso a enormes bases de datos filtradas, han perfeccionado sus métodos y logran crear perfiles muy difíciles de detectar.
Para Brad Daughdrill, vicepresidente de ciencia de datos en TransUnion, se trata de una auténtica “carrera armamentista”. Explica que no basta con contar con grandes volúmenes de información: lo crucial es cómo se utilizan esos datos, tanto por las agencias de crédito como por los prestamistas.
El fenómeno no se limita a los consumidores individuales. Según Jackie Wylie, vocera de la firma Middesk, también se está extendiendo al terreno empresarial. En estos casos, los estafadores fabrican compañías ficticias con datos reales o inventados, o incluso “resucitan” empresas reales pero inactivas para obtener créditos y servicios financieros fraudulentos.
Fraude a largo plazo
Una de las tácticas más preocupantes es el fraude a largo plazo. Los criminales crean una identidad falsa, la usan de forma “normal” durante meses pagando pequeñas deudas, y así construyen un historial crediticio positivo. Una vez que ganan la confianza del sistema, pueden acceder a créditos mucho más altos y desaparecer con sumas que ascienden a decenas de miles de dólares.
Detectar estas estafas es un reto, pero existen pistas. Por ejemplo, el 39% de las identidades sintéticas carece de vínculos familiares, algo muy poco común en personas reales. Señales cotidianas, como la existencia de multas de tránsito, pueden ser indicadores de autenticidad, porque los estafadores rara vez se molestan en recrear ese nivel de detalle.
La conclusión es clara: los criminales también usan inteligencia artificial y herramientas en la nube, lo que obliga a bancos y agencias de crédito a innovar constantemente. Como resume Wylie: la batalla nunca estará “resuelta” del todo, pero invertir en mejores modelos de riesgo y supervisión continua puede inclinar la balanza a favor de los defensores.
Fuente: Dark Reading



