La reputación también se hackea: los ataques a la identidad de marca
La confianza en una marca demora años en construirse, pero basta un segundo para que sea utilizada en su contra. Los ciberdelincuentes no solo buscan vulnerar sistemas, también aprendieron a imitar identidades, clonando sitios web, copiando logos o creando aplicaciones falsas que se hacen pasar por empresas reconocidas. Con estas tácticas, convierten el trabajo de posicionamiento y comunicación en herramientas de engaño.
El impacto directo sobre el marketing y comunicación es enorme. Cuando un usuario recibe un correo falso sobre un supuesto bloqueo de cuenta, no analizará si el dominio es legítimo: su primera reacción será asumir que la empresa no es confiable. Y en un contexto donde el 88% de los consumidores afirma que la confianza influye en sus decisiones de compra, cualquier duda puede traducirse en pérdida de ingresos y reputación.
Los ataques son cada vez más sofisticados. Ya no vemos tantos correos mal escritos o diseños burdos: la IA generativa permite generar mensajes perfectos, voces sintéticas y hasta deepfakes que usan la urgencia o la autoridad para manipular a los usuarios. Eso significa que cada nuevo canal de comunicación (WhatsApp, TikTok, LinkedIn, email, SMS, anuncios digitales, etc.) se vuelve una oportunidad de ataque.
Este fenómeno no es nuevo, pero sí ha evolucionado muy rápido. Desde los primeros fraudes en los 90 hasta los engaños masivos ligados al crecimiento de la nube en los 2010, la suplantación siempre persigue a las tendencias digitales. Hoy vivimos la etapa en la que el fraude se puede producir a escala industrial, y eso es una amenaza también al trabajo de marketing: lo que antes era “un tema del área de TI” ahora toca la esencia misma de la marca.
¿Qué pueden hacer marketing y comunicación?
Aunque los equipos de ciberseguridad sigan desmantelando dominios falsos, la comunicación tiene una tarea clave en la defensa de la marca:
Educar al cliente sobre cómo se comunica tu empresa: si nunca solicitan credenciales o no envían adjuntos, hay que decirlo claramente.
Crear un centro de confianza público para verificar mensajes y reportar incidentes.
Alinear seguridad, legal, marketing y RR.PP. para responder con rapidez y coherencia ante una crisis.
Medir la exposición, no solo los ataques: cantidad de sitios falsos activos, velocidad de eliminación, quejas asociadas a suplantación, etc.
En una economía basada en la percepción, un ataque no solo roba datos: roba la imagen de una marca. Y lo que los usuarios recordarán no es si fue un fallo técnico o una imitación, sino el nombre que vieron en ese correo falso. Por eso, proteger la identidad visual y comunicacional ya no es una opción: es parte central de la estrategia de negocios.
Fuente: Forbes



